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A unos días de habernos cambiado de casa, por segunda vez desde que nos casamos en noviembre, mis suegros nos piden cuidar a sus gatos por 5 días.

En un principio es una idea buena, porque como mi esposo trabaja todo el día, puedo tener compañía mientras él regresa a casa, pero por otro lado, cuando demandan atención y cariño, no paran hasta obtenerlo y eso a mí, a veces, me cuesta trabajo.

Que vengan con nosotros es la segunda vez y puedo esperar algunas cosas como despertarnos temprano para darles de comer, que no hagan del baño en su caja de arena, que se coman mi comida, que jueguen con mis cortinas.

Pero aún así, sólo con ver sus caras, puedo decir que me vuelven feliz.




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